Mi cuerpo temblaba completamente, pero de pronto una suave voz susurró a mi oído -Resiste Francisca-. Abrí los ojos, y lo descubrí a mi lado una vez más...

lunes, 26 de diciembre de 2011

Nuevamente

y mientras creíamos que todo mejoraría, una vez más me decepcionas y cuestiono  lo que tenemos. Y maldigo una y mil veces al alto cielo, como lo hacía Violeta. Es un día más de esos tristones, de esos donde quisiera aprender a volar para largarme de aquí, para no tener que pensar más en lo difícil que es la vida, y quisiera lanzarme ahora mismo a ese abismo que nos aleja nuevamente, y rendirme acá mismo, pero te miro, y me dan unas ganas terribles de robarte un último abrazo, y sé tan bien que si te vuelvo a tocar caeré otra vez, olvidando lo que acaba de pasar por mi mente, y creeré que todo será pronto felicidad rosada, de esa que alguna vez tuvimos, volveré a pensar en el amor eterno que te tengo, hasta que vuelva a pasar lo de hoy, y vuelva a pensar esto una vez más.

lunes, 31 de octubre de 2011




¿Por qué estamos aquí esperando? Hubiese sido mejor  fugarnos, pasar por alto las viejas historias, dejar pasar errores, faltas tuyas y mías. Dejar,  pasar, olvidar. Abandonarnos..., respirar y morir, o aún mejor aniquilarnos de amor.

sábado, 23 de julio de 2011

El Fin

Quizás nos estamos alejando poco a poco. Quizás con cada discusión nos preparamos para el fin que se aproxima. Quizás con cada llanto que vierten nuestros ojos, el fin se detiene a observarnos.  Quizás con cada risa que vivimos juntos, ese fin vuelve a alejarse. Quizás con cada abrazo, mirada y palabra dulce, el fin se olvida de nosotros,  y nosotros nos olvidamos del fin.

lunes, 11 de julio de 2011

Sin lucha


Y yo te miraba mientras pasabas una y otra vez. Era como si aquella dulce palabra que quería salir de mi boca rogara ser escupida sutilmente, pero no, las agallas no me alcanzaban esta vez. Tú aparecías ante mi vista tan iluminado, y  tan especialmente  ajeno a este mundo, que ni  mis sentidos podían reaccionar ante tu figura. Una vez más te observaba cruzar la calle, mi casa solitaria, fría, humedecida por la tristeza no llamaría nunca tu mísera atención. No había sido nunca combativa ante las atracciones dulces de la vida, y  yo, ni como la primera ni la última vez, desesperanzada, dejé de salir cada  mañana a esperarte. 

domingo, 12 de junio de 2011

Tu mano


Sólo buscaba tu mano. Entre miles de palabras, risas, y miradas, yo me concentraba en tu mano. Esa mano amplia, gruesa, cálida y firme. Esa mano fuerte pero suave, esa que me rozaba en momentos sin que lo notaras, y que yo moría por enlazar con la mía. Caminamos alrededor de media hora. No fue una media hora simple, fue una media hora lenta e interminable. Cuando te detuviste y me miraste a los ojos sonriendo, tu mano no se acercó a la mía, pasó de un momento a otro a sostener mi cintura. Fue cuando supe que tu mano ya era mía, y uniste a mis labios tu boca tersa, tu boca fría.

miércoles, 8 de junio de 2011

Último vuelo

Intentaba volar más y más alto, era allí, cerca de aquella luz a donde me dirigía, ¿qué fue lo que me hizo caer?. Tu mano estaba tan firmemente aferrada a la mía, pero caí, y sentía la excitante adrenalina que abrazaba mi cuerpo, cómo deseaba caer más lento para sentir el vuelo por última vez...

Escribir

Hoy siento algo extraño, siento esa energía que parece querer demostrar que sí existo, que sí respiro, que sí siento, en días así, me dan tantas ganas de escribir. Es como si no expresarlo me ahogara, me reprimiera y me matara.

sábado, 22 de enero de 2011

Presagio

Corrí. Corrí entre los árboles lo más rápido que pude. El aliento acelerado se sentía entre los eucaliptos, que formaban el enorme bosque entre el que me perdía. Su imagen pasaba entre mis pensamientos una y otra vez.  Una rama dejó al descubierto parte de la sangre que emanaba la herida que me produjo aquél enredo de punzante naturaleza. Nunca antes había estado en un lugar semejante. La desesperación me impedía pronunciar ruido alguno además de mis jadeos constantes ocasionados por la huida imprevista.
Al acercarme a aquél bosque, que se encontraba junto a la cordillera, había perdido la noción del espacio. Todo parecía tranquilo, hasta que ese sentimiento de soledad comenzó a invadirme. Siempre detesté estar en un lugar desconocido totalmente sola, más aún si comenzaba a anochecer. Ya ahí, entre los bellos árboles que me habían cautivado en un principio, sentí que mi cuerpo se estremecía por la mirada fría de algún desconocido. Entonces no me atreví a voltear, y en un impulso cobarde decidí correr.
            Alguien me perseguía y corría tras de mí. A pesar de mi rapidez, la distancia entre el incógnito y yo, no era suficiente como para voltearme a descubrir la identidad del perseguidor. El bosque que me consumía ante mis ojos parecía interminable. Entonces comencé a sentir su respiración cada vez más cercana. Corrí, intenté correr más rápido, pero su mano sostuvo fuertemente mi brazo y me dijo “Ágata”. Abrí los ojos y Gaspar sostenía mi brazo con cara de interrogación.