Mi cuerpo temblaba completamente, pero de pronto una suave voz susurró a mi oído -Resiste Francisca-. Abrí los ojos, y lo descubrí a mi lado una vez más...
Tu mano
Sólo buscaba tu mano. Entre miles de palabras, risas, y miradas, yo me concentraba en tu mano. Esa mano amplia, gruesa, cálida y firme. Esa mano fuerte pero suave, esa que me rozaba en momentos sin que lo notaras, y que yo moría por enlazar con la mía. Caminamos alrededor de media hora. No fue una media hora simple, fue una media hora lenta e interminable. Cuando te detuviste y me miraste a los ojos sonriendo, tu mano no se acercó a la mía, pasó de un momento a otro a sostener mi cintura. Fue cuando supe que tu mano ya era mía, y uniste a mis labios tu boca tersa, tu boca fría.
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