¿Acaso recuerdas esas miradas que ocultaba, cuando tenía esa angustia inexplicable que me mantenía acallada?
Mi cuerpo temblaba completamente, pero de pronto una suave voz susurró a mi oído -Resiste Francisca-. Abrí los ojos, y lo descubrí a mi lado una vez más...
lunes, 29 de noviembre de 2010
Como siempre, como nunca
Me parecía insensato pensar en aquello, pero me parecía aún más absurdo el hecho de guiarme sin juicio alguno en ese momento. En situaciones similares no me dedicaba a meditar, me libraba del pensamiento, no utilizaba el raciocinio. Simplemente quería hacerlo una vez más, me sentía llevada por el deseo, sentía la piel erizada, y ese calor que abrazaba mi cara, mi cuerpo. Mientras nos perdíamos en la noche, entre aquellas dunas perdidas al borde de la playa, sentía persistente el retumbe en mis oídos. Caminábamos apresurados, para lanzarnos acalorados entre la arena. Sentía, sentía esas manos candorosas que osaban atravesar cada prenda, sentía su respiro quejumbroso mientras intentaba acomodarse como yo lo deseaba. No pensaba hacer comparaciones, "podría ser mejor", me dije, y sonreí acalorada entre sollozos. Terminó como siempre. Terminó como nunca. Terminó y sólo pude continuar con la noche en medio de una sonrisa protuberante. La luna no existió esa noche, no existieron los remordimientos, no existió ni el amigo ni la amiga. Sólo existió el apetito.
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